Imaginarias interrumpidas: todo aquello que dejé a medias

No sé si os lo dije alguna vez, pero trato de seguir la enseñanza más importante que se puede aprender de labios del personaje Jep Gambardella, protagonista de la película «La gran belleza», de Paolo Sorrentino. En una escena muy concreta, dice para sí: “He llegado a una edad en la que no voy a perder el tiempo haciendo cosas que no quiero hacer” (o algo así). Y esto, la verdad, lo aplico bastante en estos asuntos que nos traen a estas imaginarias: las reseñas que buenamente comparto con todos vosotros.

Hoy, si me lo permitís, quiero relacionar aquellos títulos que empecé y que, por distintas razones, abandoné sin que aún me haya arrepentido de ello.

No he seguido un orden cronológico, alfabético ni nada por el estilo para confeccionar este listado. Únicamente he ido escribiendo título tras otro a medida que me he ido acordando de ellos y los iba destripando, así que disculpad si esto os causa alguna molestia.

Vamos al lío.


«Yasuke», serie de animación. Género: acción y fantástico

Diría que buena parte de la culpa es mía. Estaba más que interesado cuando me tropecé con el corto anuncio de su entonces próximo estreno. Era una serie acerca de uno de los conocidos como samuráis extranjeros, hombres procedentes de distintos puntos del globo que acabaron sirviendo a señores feudales japoneses durante los s. XVI y XVII: de Yasuke, un subsahariano llevado al Sol Naciente por misioneros portugueses y que acabó a las órdenes de Oda Nobunaga, uno de los artífices del Japón unificado.

Claro. Yo me acerqué a este producto como aficionado a la Historia, en vez de cómo aficionado al anime. El chasco que me di fue mayúsculo y sólo soporté el primer capítulo, que ya me costó bastante soportar; podría haber aceptado la temática de magia y hechicería desbordada a la japonesa, pero no ya lo de los “mechas” en pleno s. XVI.

Dije “¡no!”


«Star Wars: The Bad Batch», serie de animación. Género: acción y fantástico

No va a ser la primera vez que mencione la franquicia en este artículo, os lo advierto.

A pesar de que «The Bad Batch» ya lleva tres temporadas (si no me equivoco), y de la tan interesante etapa histórica que trata, como es la instauración del Imperio galáctico y los primeros pasos que dio el mismo, «The Bad Batch» ya me irritó desde los primeros minutos. Es una serie sobre la que he tratado de volver en varias ocasiones, pero no paso del episodio 3 de la primera temporada.

No sé vosotros, pero me quedaba dormido con algo que apenas dura 20 minutos por episodio; los clones protagonistas me parecen de cartón piedra y la historia en sí hasta un plagio de «The Mandalorian» (llevar a un mocoso de planeta en planeta).


«Pobre Diablo», serie de animación. Género: comedia

Producto de la mente de los creadores de Muchachada Nui, «Pobre Diablo» se presentaba como una comedia irreverente protagonizada por Stan, el Anticristo, quien debe traer el apocalipsis a la Tierra cuando cumpla 666 meses; pero Stan sueña con ser actor de musicales de Broadway y se enamora de una feminazi vegetariana que resulta ser un ángel enviado por el Cielo para detenerlo.

Dejé la primera temporada a medias por cuanto lo único que me interesaba eran las correrías y tonterías en las que se metían Shamael y Mefisto, importándome el resto un pimiento.


«Space Station 76», película de acción real. Género: ciencia-ficción, comedia

Dos fueron los motivos por los que me puse a ver esta cinta: que era un homenaje a las producciones de ciencia-ficción de los años 1970 y que la protagoniza Liv Tyler.

Se presentaba como una suerte de comedia espacial (aún estoy esperando que me llegue alguna carcajada), pero no es más que un bodrio insoportable con unas líneas argumentales y unos personajes sin mucho pie: un jefe de estación deprimido porque su compañero y pareja cambió de destino, la típica señora indolente que pasa las tardes en sesiones de psiquiatría con un robot, un jardinero que cultiva marihuana en el huerto de la estación y sufre alucinaciones… La única normal es la niña que anda por ahí en patines y pintarrajeando las paredes.

No sé cómo termina ni me importa.


«Dr. Strange en el multiverso de la locura», película de acción real. Género: acción y fantástico; superhéroes

Reconozco que hace mucho que la Marvel dejó de estar entre mis prioridades (más o menos cuando la compró la Disney). Cuando sea, veré la última de Ant-man y de los Guardianes de la galaxia, y creo que se acabará el asunto de las películas para siempre (al menos de esta etapa). De series, pues sí, pasaré por el aro de Loki, pero porque me cae bien el personaje. 

Y con esta del Dr. Extraño me bajé del tiovivo porque no era capaz de enterarme de qué iba, a pesar de haber visto «Wandavision», pero es justo esto último lo que me enojó de verdad: ya estamos con la tontería propia yanqui comiquera de tener que leerte tal cómic, tal novela o verte tal serie, tal película, tal escena poscréditos de, por ejemplo, Los cuatro fantásticos para enterarte de porqué empieza así Spiderman. A mí esto me aburre.


«She-Hulk», serie de acción real. Género: acción y fantástico; superhéroes

No esperaba nada de este producto, incluso antes de dejarme contaminar por opiniones ajenas y asilvestradas en RRSS.

Sólo me tragué el primer capítulo, aquel en el que la prima de Bruce Banner adquiere los poderes de Hulk y se le enseña a controlarlos, y fue la media hora más malamente perdida de mi vida. Tampoco es que el personaje en sí me parezca… sólo sé de él que es una especie de Ally McBeal con tetas y verde, y que se acuesta con todo tío enfundado en licra, y al buscador de imágenes de Google me remito.


«Falcon y el Soldado de invierno», serie de acción real. Género: acción y fantástico; superhéroes

Otra de Marvel. Lo siento, pero ya os he advertido antes: esto va como va.

También sólo me vi el primer capítulo y, a pesar de la acción a raudales, no le encontraba nada de especial. Me aburrí. Quizá es que los protagonistas nunca me resultaron simpáticos.


«Star Wars rebels», serie de animación. Género: acción y fantástico

Más de alguno pondrá el grito en el cielo por incluir «Rebels» en esta lista, más si cabe cuando cuenta con una legión de fans y en «The Mandalorian» y otras series de la franquicia hacen constantes tributos a la serie, no digamos ya cogiendo prestados (o no tan prestados) ciertos personajes y elementos. Pero no pasé del primer capítulo y, como en «The Bad Batch», he intentado retomar el sendero, dar con eso que tanto le gusta a algunos, pero no me engancha.


«Star Wars Resistance», serie de animación. Género: acción y fantástico

Con diferencia, la peor serie de Star Wars de las que componen este corto (o no tan corto), listado. El argumento es una tontería y los personajes son para meterlos en un saco y arrojarlos a un río.


«El año del verano que nunca llegó», novela de William Ospina

He puesto novela por cuanto así reza en la sección correspondiente, pero más bien parece el cuaderno de campo de alguien que estuvo estudiando a fondo el verano de 1816, aquel en el que nació el Frankenstein de Mary Shelley y el Vampiro de Polidori. No sólo leyendo ensayos históricos y literarios, sino viajando y visitando lugares como Villa Diodati.

A pesar de lo bien escrito que está y la riqueza de recursos estilísticos que Ospina derrama sobre las páginas, no era lo que buscaba como lectura.


«Three pines», serie de televisión de acción real. Género: policíaco

Me llegó a los oídos la existencia de esta serie por mediación de mi hermana, quien es una gran seguidora de las novelas de Louise Penny, en cuyos personajes se inspiraron para esta producción. También me llegó su enojo porque la productora canceló la serie a los pocos capítulos. Ella se preguntaba el por qué y es algo fácil de responder...

Sólo vimos dos capítulos y medio y, con ese último medio, se lo dije: es una serie aburrida, sin alma, sin interés. Me importaba un bledo lo que sucedía, a quién asesinaban y por qué. Ni con Alfred Molina en el papel protagonista merecía la pena tragarse semejante platazo frío.


«The americans», serie de televisión de acción real. Género: espionaje

A pesar de que me encanta todo lo relacionado con el mundo del espionaje, al final dejé pasar este tren en la tercera temporada. El argumento era interesante: un matrimonio (forzoso) de espías soviéticos infiltrados en los Estados Unidos de la era Reagan. Tenía todos los ingredientes para que me quedara pegado al televisor, pero me fui aburriendo y la dejé por “otras más guapas”.


«Homeland», serie de televisión de acción real. Género: espionaje

Como con «The americans», cuando el personaje de Damien Lewis pasó al otro barrio, me dejó de atraer y me aburrí. No sé si degeneró o no como serie; si siguió valiendo la pena o no. Me da pereza buscarla y retomar el contacto con viejos conocidos.


«Chicago P.D. », serie de televisión de acción real. Género: policíaco

Comencé a verla cuando la daban en TVE1. Hará años de aquella, como de la decisión de salir corriendo por peteneras, bien lejos del tufillo de esta serie que lleva la friolera de 10 temporadas pero que, cuando me la encuentro por las noches en NEOX, no la puedo ver ni dos minutos seguidos.

Me gustó la primera temporada porque el personaje del jefe de la división de Inteligencia, Hank Voight, sospechoso de ser un corrupto y con  un comportamiento violento, le daba chispa a la serie y, gracias a él, podías sobrellevar al resto de personajes, que son pésimos (y los actores que los interpretan tampoco es que ayuden).

Cuando llegó la segunda y esperada temporada, resulta que Voight pasó a ser una suerte de Papá Noel sin barba y atlético. Ya no era el corrupto, medio mafiosillo… Por no decir que se jugaba la carta de aquello que me amargó a posteriori el visionado de «Dr. Strange en el multiverso de la locura»: la necesidad de ver otras series para enterarte del argumento. Me explico: había un personaje, Nadia Decotis, que trabajaba en Inteligencia como una especie de administrativo y que acabó siendo asesinada, creo que tras ser secuestrada. Resulta que era una historia dividida en tres capítulos, pero el primero lo tenías que ver en «Chicago Fire», el segundo en «Chicago P.D» y el último en «Chicago Med» (aunque eso no tenías porqué saberlo). Claro, te topas con que la han secuestrado y hasta te aguantas, pero sigues con la serie, esperando saber qué le pasa y resulta que al siguiente capítulo ya estaba muerta y enterrada, con su plaquita en la fachada de la comisaría. Les mandé a dónde os podéis imaginar.


«¿Qué pasaría si…?», serie de animación. Género: acción y fantástico; superhéroes

Casi me olvido de esta serie de episodios cortos al más puro estilo ucrónico. A pesar de que me encantan estos juegos temporales de variar eventos y cambiar a personajes de lugar y momento y ver qué pasa, me resultó un erial de serie y únicamente vi el primer capítulo, dedicado a capitana Carter, y el segundo, que ni recuerdo de qué iba o a quién retrataba.

Como ya os he dicho, la Marvel apenas puede aportarme nada de interés, aún cuando ésta es otra serie con una legión de seguidores, aunque, bueno, también leí un montón de reseñas positivas de «Spider-Man: No Way Home» cuando es un moj... Un montón de minutos (148) con un argumento sin pies ni cabeza…


«Wonder Woman 1984», serie de animación. Género: acción y fantástico; superhéroes

No todos los palos se los iba a llevar la Marvel. Hay que reservar algunos proyectiles para sus contrapartes y, no siendo yo muy de la DC superheroica (más bien soy nada), no soy me he tragado sus películas más allá de por puro aburrimiento o compromiso.

Con respecto a la Mujer Maravilla, ya me costó mucho dejar de poner los ojos en blanco con cada escena de su primera entrega, y con esta de 1984 me dio hasta arcadas: no es más que una autofelación para nostálgicos de aquella década no tan prodigiosa. No pasé de los sesenta minutos, por cuanto es una cinta que no tenía ni argumento (quizá empezar el argumento en sí en el minuto sesenta y uno). Era todo purpurina, fuegos artificiales, sí, mucho artificio ochentero y, como todo lo superficial, hueco.


«Firefly», serie de animación real. Género: acción, ciencia-ficción

Ésta fue una producción que apenas duró en antena unos contados episodios, en los que se mezclaba el Western con naves espaciales. Y afirmaría que la razón de que «Firefly» forme parte de esta lista radica es que comencé a verla en un instante muy tardío con respecto al de su estreno en televisión. Aunque sabía desde hace muchos años de su existencia y del carro de fans que tiene (que incluso llegaron a conseguir que se produjera una película después de su cancelación: «Serenity»), no me la puse hasta hace poco más de un año.

Me gustó bastante el primer capítulo, aunque era evidente que la historia giraba en torno o en paralelo a la de unos soldados confederados derrotados tras la guerra civil norteamericana, que lejos de aceptar la derrota y el gobierno federal, se mantienen en sus trece y viven como pueden con un negocio de transporte y contrabando en el Oeste. ¿Por qué lo dispusieron en un ambiente futurista? Supongo que porque quedaba mejor y más acertado en un momento en el que las series de ciencia-ficción pegaban duro. Pero, poco a poco, capítulo a capítulo, mi interés fue decayendo hasta el punto de dejarla inacabada por el simple motivo de que es una serie muy del instante en el que se grabó y con unos personajes que, aunque tienen peso en diálogos, lastran todo. Para mí, «Firefly» tiene los mismos temas, giros, estructura y problemas que cualquier otra serie de finales de los 1990 y comienzos de los 2000, por lo tanto, es predecible en sus argumentos.

Si la hubiera visionado en su momento seguro que sería uno más de sus cuantiosos fans, pero no tuve esa oportunidad.


«Red Election», serie de acción real. Género: espionaje

Me puse a la tarea de ver «Red Election» por lo que ya he mencionado antes, porque me encanta el género de espionaje, pero salí como una liebre tras escuchar los primeros perdigonazos. No es que el argumento fuera aburrido y anodino (un ingeniero desaparecido en extrañas circunstancias y un Primer Ministro con una hija secreta); no, lo que era insoportable era la pareja protagonista conformada por lo que se entiende ahora que son dos mujeres “empoderadas”: un par de tías con el gesto y la actitud de alguien a quien le estuvieran metiendo gajos de pomelo por un ano granizado de hemorroides a un ritmo de uno por cada cinco segundos.

Pasé olímpicamente a otros menesteres.


«1899», serie de acción real. Género: fantástico, intriga

Se anunció como otra “serie del año”. O, en román paladino, la que teníamos que ver todos y hacernos fanáticos, aunque no entendiéramos ni una jota del argumento.

Trataba de un trasatlántico en ruta hacia América, con una tripulación y un pasaje turbados por la noticia de que se había perdido todo contacto con el buque gemelo y no se podía saber qué fue de él, hasta que un día se recibe un mensaje telegrafiado, repetido una y otra vez, con unas coordenadas que llevan hasta el derrelicto, donde sólo encuentran a un misterioso chaval (y del que sale, a nado, un tipo bastante siniestro).

Muchos interrogantes, personajes a porrón y exceso de detalles que recordaban a «Perdidos», que ya me daban pereza incluso antes de llegarme el titular (hacia el visionado del tercer capítulo), de que habían cancelado la serie. Así que la dejé embarrancar.


«Space Force». Serie de acción real. Género: comedia

A decir verdad, era una serie que me gustaba mucho por su surrealismo de comedia estúpida, centrando la acción en el jefe de la Fuerza espacial de los EEUU, aún no habiéndose secado la tinta del decreto presidencial de su creación.

Los capítulos eran todos una locura en cuanto argumento y era una pasada presenciar esa constante pelea dialéctica entre el general Mark R. Naird (Steve Carrell) y el Dr. Adrian Mallory (John Malkovich), entre una lógica más militar y menos dada a pensar en las consecuencias y otra más serena y sometida a la cordura.

Sin embargo, la dejé a los pocos episodios por cuanto no me parece que fuera una serie con un objetivo claro.


«El señor de los anillos: Los anillos de poder». Serie de acción real. Género: fantasía

Tan sólo aguanté el visionado del primer capítulo y me desembaracé del bulto. Mi problema no provenía de detalles como un elfo moreno en exceso y otras tonterías que me importaban un rábano. Mi problema venía de que lo que veía, para mí, no era ESDLA. Yo quería ver algo a la altura de la trilogía que firmó Peter Jackson hace la friolera de dos décadas, y lo que me escupía la pantalla, a pesar de su titánico presupuesto, era cutre hasta la hez. Ya me di cuenta con el avance televisivo: parece una serie de los años 1990-comienzos de los 2000, en todo, aunque en 2022.

Me parecía una pésima imitación.


Creo que me dejo algo, pero no voy a abusar de vuestra generosidad y cierro este listado de imaginarias interrumpidas.


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