Guardia de cine: reseña a «Illang: La Brigada del Lobo» (2018)

Título original: In-rang. 2018.139 minutos. Corea del Sur. Dirección: Kim Jee-woon. Guión: Kim Jee-woon, basándose en la historia de Mamoru Oshii. Reparto: Gang Dong-won, Han Hyo-joo, Jeong Woo-seong, Kim Mu-yeol, Han Ye-ri, Choi Min-ho, Shin Eun-soo, Heo Jun-ho, Jennifer Yun

Versión coreana y alternativa del extraordinario anime «Jin-roh», con luces y muchas sombras

Fue terminar «Jin-roh» y saber de la existencia de una versión coreana de acción real. Entonces me dije: “¿por qué no?”. Y aquí estoy, reseñándoos la misma historia, aunque con actores de carne y hueso y en una Corea de un futuro inminente.

Ya me esperaba algo del estilo plagio del original, pero esta cinta tiene sus pros y sus contras con respecto a la propuesta de anime japonés que paso a exponeros.

Como ya he apuntado en el primer párrafo, se nos ubica en el futuro, en vez de en un pasado alternativo. Este futuro, que supuestamente sucederá antes de que termine la década actual, favorece la reunificación de las dos Coreas, hecho largamente esperado pero que levanta ampollas entre las superpotencias del Pacífico ante la irrupción de un nuevo competidor que pueda hacerles sombra. Primero será Japón, que se remilitariza; luego vendrán los EEUU, Rusia y China. Hay muchos intereses en juego, tanto a favor como en contra del nuevo país, y tanto externos como internos.

Aquí SETTO o La Secta, es un grupo terrorista que se opone a la reunificación, mientras que las otrora Tokkitai (ahora fuerzas especiales), es un grupo a favor de la nueva situación política, que cuenta con un brazo ejecutor ilegal, la Brigada del lobo, que se encarga de hacer el trabajo sucio y eliminar a aquellos que amenazan a las fuerzas especiales y a la nación. Y al contrario de lo que sucede en el anime, no hablamos de un hombre, de Fuse (aquí llamado Lin), traumatizado. Varios miembros de las fuerzas especiales se vieron involucrados en un incidente que conllevó la brutal matanza de una decena larga de chicas inocentes, razón por la que, a partir de entonces, sus miembros visten su siniestra máscara.

Por si fuera poco, Lin sufrirá el shock de ver a la chica inmolarse en las alcantarillas.

A partir de aquí se sigue casi a rajatabla la historia de Oshii, con demasiado apego a sus escenas, casi calcadas, pero con el acierto de que se aclara y se explica la trama detrás de la trama. Se entiende mejor lo que sucede entre las bambalinas del poder y porqué, pero se comete el pecado de que, para lograr esto, no se deja nada a la sorpresa. Todos los actores son identificados desde el primer instante, así como sus motivaciones. No existirá un juego de caperucita roja y lobo feroz; lo que hace una y el otro se muestra abiertamente.

Se presentan más personajes, pero al final tampoco parecen ser necesarios, como el hermano pequeño de la caperucita, por el que hace todo lo que hace pero que, en una determinada escena, no le importa abandonar pues es como si éste, de pronto, no existiera en el guión.

La película fue muy exigente para los especialistas de cine. Explosiones, paredes de ladrillo a atravesar, cristales rotos y hasta atropellos con coches a toda velocidad que conducen a un exceso. Por ejemplo, tenemos el intento de captura del protagonista en un museo, pero se le dota de tanta acción y adrenalina que, luego, la escena del enfrentamiento en las alcantarillas queda muy cercana en el metraje y abruma al espectador. Por si fuera poco, el final de la cinta se cambia para introducir, ¿a que no lo adivináis?, una nueva pelea, que hace que la película se alargue hasta las dos horas y veinte, cuando para la  hora y media debería ya estar resuelta.

Pero no es solo el final en sí con una pelea más lo que se cambia, sino que, al contrario que con Oshii, el lobo con piel de hombre es más humano, permitiendo un cierre, digamos, feliz y que cambia el sentido a toda la obra.


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