Guardia de cine: reseña a «El retorno del jedi»

Título original: «Star Wars. Episode VI: Return of the jedi». 1983. 133 min. EEUU. Dirección: Richard Marquand. Guión: Lawrence Kasdan, George Lucas. Reparto: Mark Hamill, Harrison Ford, Carrie Fisher, David Prowse, Ian McDiarmid, Billy Dee Williams, Frank Oz, Alec Guinness, Anthony Daniels, Kenny Baker, Peter Mayhew, Sebastian Shaw, Warwick Davis, Caroline Blakiston, Dermot Crowley, Kenneth Colley, Denis Lawson, Michael Pennington


Con esta (entonces) tercera entrega, destinada a cerrar el círculo cinematográfico iniciado en 1977, se quiso dar a entender (y se demostró) que no había miseria: muchísimas más naves de todos los tipos y tamaños, batallas espaciales más complejas (con un ataque y destrucción de la nueva Estrella de la Muerte más creíbles), mayor exotismo… para enmascarar una fórmula repetitiva que materializa un drama shakespeariano en el salón del trono del emperador Palpatine. Un loable derroche de escenarios y efectos especiales pero que, restando la tensión de la lucha entre Luke Skywalker y su padre, apenas nos aporta más que una aventura un tanto simple, descolgándose por el camino gran parte de la profundidad narrativa inoculada a «El Imperio contraataca»

Con un esquema idéntico al de su predecesora, «El retorno del jedi» se divide en dos partes bien diferenciadas: una primera y común que corresponde al rescate del capitán Solo de las garras del desagradable y orondo mafioso Jabba el Hutt; y una segunda en la que se dibuja una bifurcación por la que Luke se va por un lado y Han y Leia por otro, tanto en la superficie como en la órbita de la luna santuario de Endor.

Luke repite, paso a paso, lo vivido durante «El Imperio contraataca», aunque dándosele una vuelta a la tortilla: si antes Yoda le instaba a completar su entrenamiento y abandonara toda idea de enfrentarse a Darth Vader, ahora, moribundo, le exhorta a ello aun cuando debía ser consciente de que el joven Skywalker era ya el único (supuestamente) jedi vivo de la galaxia (a pesar de contar con una formación exigua en comparación con la propia del templo de Coruscant y con la que su padre recibió del maestro Kenobi, a quien Vader consideraba aún el único instructor de su hijo perdido). El héroe corre para encararse a su destino y la lucha contra los representantes del Mal es casi más psicológica que física; un choque de concepciones o formas de entender la Fuerza y de ser poderoso entregándose a uno de dos bandos muy definidos, como los de aquellos que baten el cobre en una batalla estelar perdida a priori para la Alianza rebelde si el comando de Solo no logra su objetivo (necesitado del apoyo de ciertas criaturas primitivas y peludas, cuya incorporación al universo SW únicamente se justificó en la necesidad de atraer a más infantes a las salas de proyección (cosa que funcionó y que les granjeó a los ewooks una seria de animación en televisión)).

Si nos dejó descolocados y medio enloquecidos la revelación de Darth Vader en Bespin ante su hijo, rechina un poco la confirmación de que Leia Organa fuera hermana melliza de Luke Skywalker, a pesar de que se anunciara por Yoda al ver partir a su último aprendiz directo al fracaso, en su primer enfrentamiento directo y serio con el reverso tenebroso de la Fuerza. Y digo rechina pues es una estratagema muy forzada para borrar a Luke de la ecuación amorosa que se formó entre los héroes desde el principio y que se inclinó hacia el partido de los simpáticos sinvergüenzas mientras el Halcón Milenario era perseguido muy de cerca por el Imperio y el cazarrecompensas Bobba Fett. Otro Skywalker que no llegaría a desarrollar sus poderes tanto como habría sido deseable (aunque no lo parece así con lo que se puede vislumbrar en el Episodio IX).

Puede que esta tercera parte sea la más lograda desde un punto de vista visual, con un final de cuento, incluso para el propio Vader, quien es salvado por su hijo y cumple así la extraña profecía jedi por la que era el llamado a dar equilibrio a la Fuerza y cuyo descenso en el reverso tenebroso no debía sorprender para nada a las preclaras mentes del Consejo jedi, pues, para que haya equilibrio, debe colocarse el mismo peso en ambos platillos enfrentados: Bien y Mal. 

Un final en el que sobrevive también Han Solo, desterrándose los planes de eliminarlo, y que afianza un mito cinematográfico que coletea con fuerza a pesar de todos los deslices al timón que se han ido acumulando hasta el Presente. Un cierre espectacular, mejor calculado, pero bastante esquelético, con un desarrollo previo dado al humor tras un arranque casi desesperado y que te obliga a fruncir el ceño.

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