Guardia de cine: reseña a «La llegada»
Título original: «Arrival». 2016. EEUU, Canadá. 1 h y 56 min. Ciencia ficción, Drama, Misterio. Dirección: Denis Villeneuve. Guión: Eric Heisserer, basándose en la obra de Ted Chiang. Reparto: Amy Adams, Jeremy Renner, Forest Whitaker
Aunque sepamos que nos abocamos a la muerte, tanto propia como de nuestros seres queridos, ¿hemos de seguir hacia adelante sin remordimientos y lamentaciones?
Aunque sepamos que nos abocamos a la muerte, tanto propia como de nuestros seres queridos, ¿hemos de seguir hacia adelante sin remordimientos y lamentaciones?
En su día, este título se filtró en mi subconsciente gracias a uno de los vídeos que circulan por Youtube y que suelen reunir los trailers de las películas de próximo estreno para la siguiente season. Las imágenes me pusieron los pelos de punta y por la garganta me bajaba ese sabor inocuo que desperezar a todo buen aficionado a la ciencia-ficción. La cosa prometía.
«La llegada» es la adaptación de la novela corta, firmada por Ted Chiang, titulada «Story of Your Life», ganadora del Nebula de 1999 y nominada a los premios Hugo del mismo año. Pero, para alguien que no ha leído la obra literaria (mi caso), lo que termina siendo esta producción cinematográfica no es más que un plato aderezado con los ingredientes de imaginería de «2001», «Encuentros en la tercera fase», «Contact», «Esfera» e «Interstellar» y poco más. Aún así es un filme de esos que te dejan pegado el culo a la butaca, por la razón opaca que sea y aún tras la exasperante presentación de otra protagonista afectada psicológicamente por la muerte prematura de su hija (que luego no resulta ser así).
La película da inicio con la llegada de unas extrañas naves espaciales (extrañas porque no recuerdo haber visto una estructura así en producción alguna), repartidas por todo el planeta a las que equipos multidisciplinares («Encuentros en la tercera fase» y «Esfera») acceden para una comunicación con los alienígenas, cuya forma externa Chiang debe haber cogido prestado de los sueños o pesadillas de H. G. Wells (y a cuya explicación contenida en «La guerra de los mundos» me remito expresamente). La cuestión principal es entender a esa especie y averiguar qué pretende, llegando incluso a acceder a un nivel de encuentro superior, dentro de una realidad diferenciada («Contact») y con la que se da una forma divergente de conceptuar el Tiempo («Interstellar»).
El que los E.T.s escriban la palabra “arma” pone de los nervios a las potencias mundiales, pero se nos escapa el verdadero significado de la presencia alienígena, o no se llega a concretar de forma material. Están ahí porque se mueren, por lo visto (o quizá sea una transición normal como en «Forastero en tierra extraña»); pero el mensaje de «La llegada» debe ir mucho más allá de la simple e ingenua necesidad de alcanzar una unidad mundial y efectiva de las naciones, algo que nunca se va a dar en una especie como la humana, tan dada al recelo, al racismo y a la xenofobia, articulados de forma violenta y asesina. ¿Quizá quieran advertir que la segregación étnica y política les llevó a la extinción? No lo sé, ¿acaso uno de los heptápodos no dice que necesitan la ayuda de la Humanidad? Si luego se piran… ¿Solo porque dejan de apuntarles con misiles? Buf, no sé.
El mensaje más claro parece ser el que copa los instantes finales, en los que se confirmará la sospecha que anidará en nuestra mente mediada la cinta, referida a los flashes y sueños de la protagonista (la actriz Amy Adams, por cierto, dista mucho de tener un nivel interpretativo tal y como se lo ha atribuido): aunque sepamos que nos abocamos a la muerte, tanto propia como de nuestros seres queridos, ¿hemos de seguir hacia adelante sin remordimientos y lamentaciones?
Aquí que cada cual apunte su teoría y tire los dados.
Aparte de ese picor oscuro que se filtra en los planos, de ese guión nutrido para que aparezcan interrogantes por todos lados y que queremos solucionar (quizá demasiados), la película parece adolecer de una muda falta, de una laguna que no se llena, que deja una sensación extraña con la aparición de los títulos finales de crédito. Sí, el montaje onírico y musical no puede ser más bello, con esas comunicaciones escritas y esos pasajes incluidos en un pasado-presente-futuro indeterminados; la profundidad de pensamiento está ahí, pero quizá sea demasiado abismal.
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