Guardia de cine: reseña a «Noche sin fin»

Título original: «Endless NIght». 1972. 95 min. RU. Suspense. Dirección: Sidney Gilliat. Guión: Sidney Gilliat (basándose en la obra de Agatha Christie). Reparto: Hayley Mills, Hywells Bennet, Britt Ekland, George Sanders, Lois Maxwell

Película que no defrauda, pues siempre ocurre algo sospechoso y que no se termina de cerrar hasta a falta de diez minutos para los títulos de credito

Los hay que, cuando les suena en los oídos el nombre de Agatha Christie, se forman la imagen de una señora que se dedicaba a garabatear y publicar graciosos y simples juegos de “atrapa al asesino” como diversión propia y ajena. Y es que, para el común de los mortales, el género de investigación policíaca y de literatura negra es algo menor, un simple entretenimiento hecho de forma rápida, sin conciencia ni fortuna; aún cuando a todos nos gusta un buen asesinato, sobre todo si muere un personaje que nos resulte del todo odioso.

En verdad, hay ejemplos que dan la razón a tan pedante corriente de opinión, preferentemente nacida en fuentes de rancia literatura. Pero Agatha Christie, como Simenon y otros, no es una simple autora para el entretenimiento más vulgar, sino una persona que escudriña la psicología desde sus ojos y su afilada pluma, trasladando a papel el microcosmos de una situación angustiosa y dramática, presentando a los diferentes actores con una fachada y un interior perfectamente humanos. Dotes estos necesarios para una novela digna.

Lejos de aquellas historias monopolizadas por detectives belgas o ancianitas entrometidas, Christie fue capaz de escribir otras puramente negras, una tempestad sentimental que abarca desde el amor más sincero al odio más irracional. Entre estas últimas se encuentra «Noche sin fin», cuya adaptación cinematográfica de 1972 paso a reseñar.

«Noche sin fin» es la historia de Michael Rodgers (Hywell Bennet), narrada por él mismo. Mike es un joven que se nos presenta como un hombre elegante y adinerado, que puja en una subasta por un cuadro de un autor famoso. A punto está de conseguirlo, pero, en el último momento, hay un mejor postor. Se lamenta del revés con cierta deportividad y abandona la sala para revelarnos su verdadera identidad: es un chófer de alquiler que lleva a personas adineradas en un Rolls Royce.

Mike es de origen humilde, con una larga colección de empleos en los que apenas dura unos meses. Este de chófer es el que más le está gustando y le permite conocer Europa y sus museos, aunque eso no le impide abusar de la confianza depositada en él. Durante uno de los periplos por el continente, conoce a un famoso arquitecto Santonix (Per Oscarsson), a quien le confiesa su anhelo por construirse una casa en un paraje idílico de la costa inglesa. El arquitecto queda embelesado por el proyecto, aunque no sea más que una quimera para un simple chófer, pero Mike dista mucho de conocer que el destino puede dar una vuelta de 180º: mientras está en el lugar donde sueña vivir, sacando unas fotografías, conoce a la bella Ellie Thomsen (Hayley Mills), con quien congenia e inicia una relación sentimental que termina en nupcias tras varios momentos de tensión al descubrirse que ella es una rica heredera.

Este último detalle enfrentará a Mike a la familia de Ellie, siendo que solo encontrará apoyo en Andrew Lippincot (George Sanders), el abogado de confianza, a quien la muchacha considera casi un tío carnal.

Sin embargo, no todo es luz. El paraje se encuentra a la venta y tiene un pasado de maldición. El mismo día que Mike y Ellie se conocen, se les cruza por el camino la señorita Townsend, una anciana muy peculiar, que advierte a la chica de que sufrirá si permanece allí.

Cuando Mike y Ellie se casan, ésta última compra el terreno y se inicia la construcción de una magnífica casa, a donde se trasladan, iniciándose así una extraña sucesión de eventos y personajes, principalmente la enigmática Greta (Britt Ekland), que nos mantendrán en vilo hasta una resolución muy a lo Alfred Hithcock. Todas las sendas conducen a una conclusión que sorprende durante unos segundos hasta que te das cuenta de ello, pero que, por alguna razón, esperabas que no fuera así.

Es más, la construcción que te habías hecho de los personajes se rompe en mil pedacitos.

La cinta mantiene muy bien el arco argumental y, para ser de la época que es, conserva un color y un audio insuperables; casi es como si fuera una producción realizada en tiempos recientes, pero ambientada en los años 1970. No es una película que aburre ni defrauda, pues siempre ocurre algo sospechoso, aunque no se termina de cerrar hasta a falta de diez minutos para el final. Pero, ¿es esa la historia real? ¿Acaso no habrá más versiones de lo sucedido?

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