Reseña a la primera temporada de «Starsky & Hutch»

Título original: Starksy And Hutch. EEUU. Drama policíaco. 22 capítulos de una hora. 1975. Creador: William Blinn. Elenco: David Soul, Paul Michael Glaser, Antonio Fargas, Bernie Hamilton

Aunque no llegue a su nivel, podríamos afirmar que Starsky & Hutch que esta primera temporada está a la zaga de otras series adultas de policías, como Kojak o Canción triste de Hill Street

El pujante bramido del motor de un muscle car trepana nuestros oídos con el imponente retumbar de un trueno eterno. Ahoga incluso a la sirena, que aúlla un lamento de procedente de otro mundo. Es una advertencia a los viandantes y demás vehículos para que se aparten. El estómago nos sube hasta la garganta y el corazón lo machaca como si fuera la piel de un tambor. 

Es entonces cuando pasa el Ford Gran Torino rojo, con una franja blanca, a toda velocidad, levantando un torbellino de polvo, papel de periódico y demás suciedad arremolinada junta  a las alcantarillas.

El impacto visual es tal que dejamos de respirar sin que nos demos cuenta, recuperando la normalidad cuando no quede rastro más que del destello de las luces traseras, perdiéndose en algún callejón.

Son Starsky y Hutch en plena persecución, en plena lucha contra el crimen que campa a sus anchas en la ciudad. Son Starsky y Hutch, un recio icono televisivo que conserva todo su dinamismo atemporal entre los estrechos marcos del televisor, aunque quede focalizado en los años 1970. Una serie policíaca simpática, pero también adulta y violenta, con unos protagonistas que no dudan en emplear lo que hoy se tacharía de brutalidad policial, llegando a intimidar a sospechosos y testigos mediante una vis psíquica y física que, en ocasiones, no sobra. Un reflejo de una época distante, pero, a la par, tan cercana gracias a esos dos mismos hombres, cuya interpretación supera con creces los límites propios de la escena, pues actúan como verdaderos amigos y compañeros. Starsky y Hutch o, lo que es lo mismo, Paul Michael Glaser y David Soul no son de hielo, simples y desconocidos al terminar el turno; son dos tipos unidos en una misión, que hacen frente a los mismos problemas y que han de mantenerse siempre unidos, pase lo que pase.

El lenguaje corporal desplegado contrastaba con la imagen anterior en series de idéntica factura, con tipos duros como piedras. Un lenguaje que prácticamente era un atentado contra la masculinidad imperante en la década de 1970 y sobre la que llegó a gravitar cierta sombra infundada de homosexualidad.

Starsky es la nota cómica. Hace gala de su perenne sentido del humor allá donde esté, incluso a las puertas de la muerte. En ciertas ocasiones me recuerda al personaje que interpreta Simon Helberg en The Big Bang Theory, pero no me preguntéis porqué. Hutch, en cambio, es más sarcástico, aunque es capaz de soltar gracias a la altura de su compañero; aporta el matiz más serio y metódico, tanto en el trabajo como en su vida personal, pero es un auténtico volcán temperamental, arrollando incluso a Starsky; Soul pudo transmitirle ciertos detalles personales, como su pasado como músico.

La pareja se compenetra en cada capítulo y se funde en un solo hombre con dos buenas caras ante la placa de policía. Pocos son los guiones de esta primera temporada que puedan decepcionar. El primer capítulo, el piloto, arranca con una historia de gángsteres, en plan road movie, y pronto pasamos a las calles y muelles, en busca de alijos de drogas, asesinos, violadores, ladrones… Aunque uno se acaba preguntando a qué departamento pertenecen ambos, pues lo mismo les da antivicio, que homicidios, robos o secuestros. Episodios donde los confidentes son importantes, como Huggy Bear, un secundario fijo que no cuaja como propietario de un pub, para lo que lo “destierran” a las aceras para que sobreviva como pueda. Junto a Huggy está el divertidísimo capitán Dobey, formando así una pareja bastante particular: el 50% del plantel fijo es de color, aún estando 1975, lo cual no impidió filmar un capítulo en la que la vida del oficial está en peligro por culpa de una asociación de supremacistas.



Los episodios no son suaves. Aunque no se emplee un lenguaje rudo, no sucede lo mismo con la violencia. Si se abre fuego, es probable que alguien acabe herido o muerto, no como en “El Equipo A”, algo que disgustaba a Glaser a finales de la segunda temporada, quien quería que se bajara el pistón y que la serie se enfocara más en la amistad y menos en la acción. Aunque no llegue a su nivel, podríamos decir que esta primera temporada está a la zaga de otras series adultas de policías, como Kojak o Canción triste de Hill Street, pero con un fuerte aporte positivo por medio de gags que equilibran la balanza entre la podredumbre humana y la esperanza.

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