Guardia de televisión: reseña a la miniserie «Uzumaki» (2024)

Título original: Uzumaki. 2024. 4 capítulos de 22 min. Japón. Dirección: Hiroshi Nagahama. Guion: Aki Itami, basándose en el manga de Junji Ito

Un laberinto de terror del que es imposible escapar

Junji Ito y su obra no me resultan del todo desconocidas. No he llegado muy lejos en su lectura por resultarme perturbadora en exceso y dotada de un grafismo incómodo. De esta Uzumaki, en su original en manga, apenas logré traspasar las primeras páginas antes de apartar la mirada. Sin embargo, me interesó la vida personal de Ito, de la cual el autor va extrayendo retazos que le sirven de ideas para sus tramas de terror.

Y, por mucho que me sorprenda, me he visto la serie de Adult Swim, cuya estética y estilo no se aparta un milímetro del original. Si hubiera sido en color, no creo que lo hubiera soportado.

Si no sabéis de qué va Uzumaki (Espiral), os la sintetizaré. Todo sucede en el pueblo de Kurouzo, un anodino (en apariencia) punto de la geografía costera nipona. Sin embargo, algo va mal, muy mal. Los protagonistas son Suichi Saito y Kirie Goshima, dos adolescentes que mantienen una relación sentimental, algo que los unirá ante la terrible maldición que pesa sobre el pueblo a medida que las espirales vayan consumiendo cualquier resquicio de cordura. Primero será el Sr. Saito, el padre de Suichi, quien se obsesionará con las espirales que van apareciendo por doquier, incluso sobre su cuerpo. El Sr. Saito será el primer contacto con el terror absurdo y espeluznante de esta obra; luego nos toparemos con otros habitantes, hasta que todos queden atrapados en una bacanal lovecraftiana que se rubrica con esas ruinas subterráneas y sintientes. Novios que se convierten en serpientes y que se unen para la eternidad, personas que se convierten en caracoles, monstruosas mujeres embarazadas… Estas últimas, que aparecen en el tercer capítulo, son de lo que más me ha impactado: son unos seres para los que no poseo suficientes palabras para describirlas.

Y así hasta el culmen de la demencial maldición que crea una pesadilla de la que no se puede escapar.

La idea de Uzumaki nació de un recuerdo de infancia de Ito. Una de sus tías sufría una terrible artrosis en los dedos de las manos y comía ingentes cantidades de lamprea en conserva. La visión de estos viscosos peces en latas redondas y su apetencia por la sangre de sus presas impresionó sobremanera al joven Ito, hasta el punto de servirle de arcilla para moldear su historia de terror más reconocible y reconocida. Una historia con un marcado acento surrealista y onírico, más allá de lo meramente pesadillesco. Y esto último destaca porque a muchas escenas llegamos sin una conexión cierta, como en un sueño. Por ejemplo, en el segundo capítulo, ¿cómo Kirie se salva del haz mortal del faro?; en el tercero, ¿cómo es que Kirie deja como si tal cosa el hospital tras haber descubierto el secreto de las perversas embarazadas? Es que lo que sucede ahí dentro es muy fuerte, sin embargo no hay una conexión más allá de la de una demencial pesadilla de la que entran y creen salir los personajes. Hay gente que muere asesinada, que desaparece, que se transforma en caracol…

Uzumaki se publicó originalmente por entregas en la revista seinen Big Gomic Spirits entre los años 1998-99, y alcanzó un sobresaliente éxito. Tanto es así que se cedieron los derechos para una adaptación en imagen real en el año 2000 (que no buscaré). 

Es una obra bizarra, turbadora, fuera de lo normal y dotada de unas formas que conjugan el terror con la belleza y la precisión del trazo de Junji Ito. Una serie que me ha parecido aterradora, pero que me ha obligado a humillarme ante la pantalla del televisor esperando cada nuevo capítulo. ¿Habré sido maldecido por las espirales de Kurouzo?

Os aviso que tiene escena postcreditos.


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