Guardia de cómic: «Sergio Leone», de Noël Simsolo y Philan

Título original: «Sergio Leone»
Traducción: Carla Fonte Sánchez
Desfiladero Ediciones
Colección Claqueta 3
2022
ISBN: 978-84-125145-5-1
184 páginas
Se corre y se corre y no se entra en profundidad en momento alguno

A primera vista, este titánico álbum promete mucho más de lo que es capaz de cumplir. Dejemos de lado su encuadernación de tapa dura, su grosor que da cuenta de un total de 180 páginas y que el guionista es Noël Simsolo, amigo y entrevistador del director de cine Sergio Leone. Dejemos atrás esos puntos brillantes y cegadores y quedémonos con lo que es en realidad esta obra que, en cuanto a mí, deja cierto sabor amargo tras su lectura.

Este cómic pretende ser una biografía exhaustiva de Sergio Leone desde su infancia hasta su muerte. Admirando a su padre, el cineasta conocido como Roberto Roberti, quien pasaba las de Caín durante la Italia de Mussolini; por medio del cual el joven Sergio accedió a los platos, destacándose pronto como asistente de director y contratando a media Roma para las superproducciones de cine péplum de los años 1950. Así podemos descubrir que participó de la dirección de la carrera de cuadrigas de «Ben-hur» o que dirigió «El coloso de Rodas», para, poco después, transformar el género western, al que tenía mucho cariño pero que consideraba muerto (al igual que el péplum que revitalizó sin ser su intención).

Ante nuestros ojos pasan muchos rostros conocidos y otros que no lo son tanto, destacando Pier Paolo Pasolini, pero también Sophia Loren o Audrey Hepburn, por no hablar de Clint Eastwood y Lee Van Cleef.

Sin embargo, esto es lo que vemos: que todo pasa por delante de nuestros ojos a modo de flashes únicamente interconectados cronológicamente, aunque sin importar que de una página a otra puedan pasar incluso varios años (como en las páginas 172-174, que comienza  el 17 de febrero de 1984 y nos conduce a marzo de 1989 sin que haya un hilo). No es que se haya cometido el error de divagar en las primeras páginas para, luego, quedarse sin espacio a medida que la marca final o tope se acercaba.

La pretensión inicial de guiarse por una entrevista durante el rodaje de «El bueno, el feo y el malo», pero se destierra el recurso; se lo enmudece y queda como un arranque del que nadie espera que un crítico se fuera a acordar. Y los pasajes van sucediéndose como escenas desde la ventanilla de un tren a toda velocidad. Tanto es así que el guionista ha de hacer uso del recurso algo chusco de que los personajes, todos ellos reales, aparezcan referenciados por alguien o por el propio Leone con nombres y apellidos porque es posible que ni sepamos ni quiénes son; sobre todo cuando, lo más habitual en la obra, es que no ocupen más de dos tiras.

Se corre y se corre y no se entra en profundidad en momento alguno. En esta viñeta está discutiendo con unos productores y en la siguiente la película ya está hecha y se pasa a otra cosa. En esta viñeta Leone está charlando con Pasolini de cine y en la siguiente han pasado días o semanas y Leone lee la noticia del asesinato de su amigo.

Sucede continuamente, como un Guadiana más que irregular y harto frustrante, en una cadena que no dejan de ser anécdotas o líneas extraídas de entrevistas que conduce a un guión de cómic que se antoja delirante. Como un libro de texto de Historia que no es más que un compendio de datos telegráficos.

Sinceramente, me ha resultado una lectura decepcionante, pero es mi opinión.


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