Guardia de televisión: reseña a la miniserie «Infiniti» (2022)
Título original: «Infiniti». 2022. 6 episodios de 52 min. Francia. Dirección: Thierry Poiraud. Guión;: Stéphane Pannetier, Julién Vanlerenberghe. Reparto: Céline Sallette, Daniar Alshinov, Vlad Ivanov, Lex Shrapnel, Karina Arutyunyan, Anatolii Panchenko, Ellora Torchia, Laurent Capelluto
Una historia en la que se une la alta tecnología espacial, las extrañas conjuras políticas entre las naciones supuestamente hermanadas en el proyecto de la ISS y ritos anteriores a la irrupción de la mahometismo en Kazajistán
Durante la maniobra de acoplamiento de un carguero en la Estación Espacial Internacional (ISS), inesperadamente (¿?), el Control de Tierra en Baikonur pierde la conexión con la cámara de vídeo frontal y procede a fiarse de los cálculos y datos con los que cuenta y recibe de los satélites vecinos. Uno de los astronautas a bordo, el estadounidense Anthony Kurz, advierte que el carguero está desviado, contradiciendo a Baikonur. En una acción desesperada, Kurz se sirve de la Soyuz para desviar la estación, pero no lo suficiente para evitar el impacto.
Tras el accidente, la ISS queda incomunicada con la Tierra, Kurz es acusado de saboteador y se desconoce si los tres tripulantes permanecen con vida. Lo último que se recibe es a Kurz gritando el nombre de Anna, una astronauta francesa a la que Kurz sustituyó en la misión a última hora y con la que mantenía un intenso y secreto romance.
En las afueras de Baikonur, en el tejado de un ruinoso edificio, se encuentra un cuerpo decapitado, cubierto de cera. Un cuerpo que es identificado como el del astronauta estadounidense Kurz. Marcas de nacimiento y, por si fuera poco, un microchip implantado bajo la piel sirven para identificarle sin error, sin embargo, ¿cómo es posible? Se supone que está a 400 kms. de altura, extremo que se confirma cuando la ISS se acerca a un satélite espía y Kurz es fotografiado con la cara pegada al ojo de buey. Es más, no es el primer cuerpo que se encuentra en tales condiciones, siendo que hubo otro caso, convenientemente tapado, seis meses atrás.
Uno de los policías de Baikonur, el traumatizado Isaak Turgun, sigue la pista de esos cuerpos que no deberían estar ahí. Una investigación que, por activa y por pasiva, le recomiendan que abandone pues los rusos están interesados en que nadie remueva la mierda; su cuñado y jefe de policía, Fez, es uno de los que más insisten. Tanto es así que el hijo de Isaak muere por culpa de una bomba que le colocan al policía en su coche.
La serie navega entre la investigación policial, la aventura espacial y la ciencia-ficción para resolver un caso imposible que hace expresa referencia a la infinidad. ¿Infinidad? Se irá desvelando en una trama en la que la ciencia-ficción arramblará con todo cuando se conecten dos hechos extraños que se separan más de veinte años en el tiempo y que involucró, en su momento, a una tripulación de la MIR de 1997.
Durante los seis capítulos de los que se compone la serie tendremos claro que el paisaje, tanto urbano (decrépito postsoviético), y el natural (de una belleza como sólo puede verse en un desierto), serán también protagonistas de una historia en la que se une la alta tecnología espacial, las extrañas conjuras políticas entre las naciones supuestamente hermanadas en el proyecto de la ISS y ritos anteriores a la irrupción de la mahometismo en Kazajistán.
Hay muchos ingredientes en la coctelera: lo imposible, el amor, la ambición, la desconfianza, la brutalidad… Es interesante, aunque acaba siendo una serie demasiado compleja y, por tanto, da la sensación de dejar al espectador sin todas las piezas del puzle. A mí en concreto no me ha quedado muy claro qué pretenden los rusos. Se desvela el asunto y siempre está ahí flotando el gato de Schrödinger, pero puede que sea demasiado para una serie que pretende tener un espíritu más real que de ciencia-ficción.
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