Guardia de televisión: reseña a la segunda temporada de «Slow Horses» (2022)
Título original: «Slow horses: Dead Lions». 2022. RU. Reparto: Gary Oldman, Jack Lowden, Kristin Scott Ghomas, Aimee-Ffion Edwards, Christopher Chung, Saskia Reeves, Rosalind Eleazar, Mareck Vasut, Dustin Demri-Burns
Más divertida y trepidante que la primera temporada, esta adaptación de «Leones muertos» se ve de un tirón y sabe a poco
«Leones muertos» es la segunda novela de la serie de los caballos lentos y que es adaptada a la televisión, según me han chivado, de una forma muy libre, sobre todo en lo que respecta desde el ecuador hacia el final, pero nos da igual: ha sido otra gozada disfrutar de Gary Oldman interpretando a Jackson Lamb, más desatado de lengua y de sarcasmo (si es que eso era posible), así como de su equipo de “lentos”, que comienza a romper las paredes de la Casa de la Ciénaga (y a sufrir las consecuencias en sus carnes), en un relato de espías con un argumento poco original por haber sido tratado en exceso por otros autores, pero otra vez nos da igual: agentes durmientes enemigos infiltrados en territorio nacional, llamados “cigarras”, según la jerga del KGB, “leones muertos” según la jerga del MI5 (todo ello según Mick Herron).
Se da el pistoletazo de salida con la repentina muerte en un exagente del MI5 que no levanta sospechas en ningún estamento de la organización. Solo Lamb huele el cuerno quemado. Ese hombre que aparece fiambre en un autobús trabajó en el Berlín de antes y poco después de la caída del Muro, y regresó a casa con una historia que nadie creía: un alto cargo del KGB, un tal Popov, había creado (y estaba dispuesto a mantener a pesar de los cambios políticos), una red de agentes durmientes en suelo del Reino Unido. Todos los informes de inteligencia llegaron a una misma conclusión: era una mentira de Moscú para que el MI5 diera palos de ciego persiguiendo a fantasmas y que Popov, en realidad, nunca existió. Y así habría quedado la cosa si Lamb no se hubiera puesto a husmear y a dar con un hilo suelto del que tirar mientras sucede lo nunca visto en la Casa de la Ciénaga: el insoportable y engreído de Webb ficha a dos caballos lentos para que se encarguen de la seguridad en los preparativos de una reunión secreta de alto nivel con el principal opositor a Putin.
La investigación llevará, una vez más, a tensionar las relaciones entre la Ciénaga y Park, así como el ambiente volverá a emponzoñarse con el aliento pútrido del Pasado que, tarde o temprano, le acabará estallando a Lamb en las manos (Lamb lidiará el asunto cuando Standish se entere de todo en el tercer libro).
Más divertida y trepidante que la primera temporada, esta adaptación de «Leones muertos» se ve de un tirón y sabe a poco.
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