Guardia de cine: reseña a «Distrito 9» (2009)
Un excelente título de ciencia-ficción, aunque su originalidad únicamente radique en el recipiente en el que se sirve y en la apuesta por tratar del racismo teniendo por escenario un país tan cubierto de cicatrices como es Sudáfrica
Aún recuerdo el revuelo que se montó durante la promoción de esta película por razón de su argumento y porque, detrás de ella, se encontraban los artífices de la trilogía del «El Señor de los Anillos», aún garantía segura de que las taquillas acabarían arrasadas por un público deseoso de dejarse los euros a cambio de dos horas de metraje.
«Distrito 9» plantea una premisa para nada original, por cuanto aquellos que estamos entrados en años conservamos ajados retazos en la visión remota acerca de aquella película y posterior serie de televisión de ciencia-ficción de finales de los años 1980 y comienzos de los 1990, de título «Alien Nation», en las que una especie extraterrestre humanoide se refugiaba en la Tierra y trataba de convivir con los seres humanos, con todos los problemas que dicho encuentro puede acarrear. Sin embargo, en «Distrito 9» los ETs son insectos que llegan en una cochambrosa nave espacial, cuan patera, que se detiene sobre la vertical de Johannesburgo (atención al dedo en la llaga). Los bichos, como se los denomina peyorativamente, son declarados refugiados, pero las buenas y superficiales intenciones que se enarbolan las primeras semanas chocan con el desencuentro cultural y las tensiones afloran hasta el punto de que los aliens son reducidos al Distrito 9, que es un gueto formado por chabolas y basura (algo entre lo que parece que les pirra estar a los bichos), donde impera la violencia y el tráfico ilegal que dirige un mafioso nigeriano.
Al momento de darse el pistoletazo de salida propiamente dicho, han pasado veinte años desde la llegada de los alienígenas y el espíritu de falso documental gana enteros tomando prestados elementos de la más pura investigación periodística junto a los protagonistas, para tratar de desentrañar qué hay de verdad en la versión oficial y qué no con respecto a Wikus Van de Merwe, un patético burócrata, un enchufado por ser el marido de la hija de un director de la MNU, una organización encargada de custodiar y controlar el gueto, bajo la cobertura de proteger a sus habitantes y alejarlos de todo conflicto con la población civil humana (tanto blancos como negros, siendo esto último algo muy valiente por parte de los productores, poniendo el boca de ciertos “entrevistados” expresiones que en un blanco serían de un racismo exacerbado; creo que lo que se quería mostrar es que la intolerancia y agresión hacia lo diferente, el apartheid, es un defecto global). Wikus aparece como víctima de unos hechos que hay que esclarecer, como decía, esperándose dar con su paradero tras la redada que dirigió en el distrito y que lo pone en contacto con una sustancia que alterará su ADN (un conejillo de indias, a fin de cuentas), mientras el espectador es testigo de escenas de una represión que solo busca someter a una población alienígena con acceso a formidable maquinaria de guerra que los humanos no pueden manejar, algo que frustra en demasía a los gerifaltes de la MNU que, a la postre, es el segundo mayor fabricante de armas del planeta.
Relataros todos los avatares por los que pasa Wikus sería destrozaros la película a aquellos pocos que aún no la hayáis visto y estéis leyendo con atención estas líneas. La cuestión es no desanimaros, pues éste es un excelente título de ciencia-ficción, aunque su originalidad únicamente radique en el recipiente en el que se sirve y en la apuesta por tratar del racismo teniendo por escenario un país tan cubierto de cicatrices como es Sudáfrica.
La línea de Wikus se dirige a la urgencia por recuperar su vida antes de aquel fatídico día en el que lo pierde todo y es defenestrado ante la opinión pública en mitad de una implacable “caza al hombre”. Wikus se verá forzado a apoyarse en un extraterrestre en busca de una ayuda mutua; lo hará con sus altibajos, por un fin que llega a ser común.
Cuando se alcanzan los últimos minutos de metraje, el “documental” —que ha sido “completado” con lo que se desconoce de Wikus (una ventana especial para el espectador), y de su inesperado aliado—, se siembra la duda sobre las consecuencias que afectará a todos, a las que es posible que no se pueda hacer frente si hay una segunda parte. Mirar la película y decirme si compartís tal opinión.
Me gustó mucho la ambientación y la creación de un mundo “aparte” para este «Distrito 9», una zona de guerra a la que se accedía cada vez que se abrían sus puertas custodiadas por lanzamisiles, aunque me costó lo mío controlar las náuseas cada vez que un bicho salía a escena y exhibía su multitentacular boca, así como acallar una pregunta recurrente: ¿cómo es posible que, siendo poseedores de semejante tecnología bélica, los bichos permitiesen ser maltratados así, cuando podrían haber conquistado todo el planeta?
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