Reseña a «Misión de asesinos (Sword in the Moon)»
Título original: «Cheongpung myeongwol». 2003. 102 min. Corea del Sur. Acción, Drama histórico. Dirección: Kim Ui-seok. Elenco: Cho Jae-yun, Min-su Choi, Bo-kyeong Kim, Yeon-su Yu, Gi Ju-bong, Jong-su Lee
Presentada en su sinopsis (de carátula de DVD) como una película histórica de género policiaco, el metraje se reduce al aspecto más íntimo entre los principales personajes intervinientes
Visionar esta película coreana le resultará costosa al espectador occidental por culpa del casi congénito desconocimiento histórico al Este de los montes Urales que sirve como telón de fondo. Por medio de la pantalla nos plantaremos en la Corea posterior al sonoro fracaso de la segunda y última invasión orquestada desde el Japón por el megalómano y senil taiko Toyotomi Hideyoshi, durante la década de 1590. La victoria, por el contrario, abocó a la península a un gobierno débil y a constantes luchas de poder por el trono; y es aquí, en este preciso momento de paz quebradiza y traicionera, cuando varios ministros del gabinete de Seúl son hallados salvajemente asesinados, sin que se dé con motivo o conspiración alguna. El encargado de resolver estos crímenes y presentar al criminal ante la Justicia será el taciturno y letal general Choi, un hombre de honor, pero encadenado para su desdicha a su nuevo amo, un rey coronado durante la última revuelta, que sumió el palacio real en el fuego de la guerra entre hermanos. Choi es un soldado humillado constantemente, mortificado por la sangre derramada de sus compañeros de armas, por la muerte de su mejor amigo por su propia y afilada espada durante aquella aciaga noche que no puede olvidar por mucho que se esfuerce.
La trama de investigación, trufada de cuchilladas y cabezas cercenadas, da paso en flashbacks —cuando Choi tiene claro que el asesino es un fantasma de su propio pasado, aunque de carne, hueso y que respira un aliento de venganza—, a una historia de amistad y camaradería entre dos hombres que se ven obligados a luchar en bandos enfrentados y no por gusto o filiación. Presenciaremos el instante en el que se conocen, junto a ellos profundizaremos en su (malentendida) relación y en la traición impuesta. Y cuando los recuerdos se agoten será el instante en el que el círculo se cierra en torno al asesino y a su compañera de la noche, ambos embarcados en la búsqueda de la más sangrienta revancha que, como suele suceder cuando la rabia parece justificada incluso para el más inmutable de los espectadores, nunca llegará a buen término.
«Sword in the Moon», título que se sirve de la nomenclatura del cuerpo de élite de palacio, es considerada como un clásico moderno del cine coreano de acción y artes marciales. Yo no soy quien para discutirlo pues soy un novato en estas lides asiáticas; pero sí diré que no es más que el cascarón para otra trama de escaso fondo: el típico y repetitivo relato de la amistad truncada por la traición, el deber y la humillación, también por la venganza ciega en un entorno de época que debe parte de su escenografía al Manwha, el cómic coreano. El guión no exige esfuerzo interpretativo alguno a sus actores, cuyas líneas de diálogo son testimoniales y sin gran peso, derivándose en exclusiva a los silencios y a las escenas de lucha (con la típica ralentización asiática acompañada, en esta ocasión, de cierta distorsión a la cámara, algo que considero un error pues ni una ni otra refuerzan en absoluto la belleza del movimiento y, encima, emborronan la coreografía); los protagonistas, por su lado, demuestran una buena técnica de esgrima y se mueven a través de una excelente ambientación histórica en cuanto a decorados y vestimentas, sin dar saltos con muelles ni practicar vuelos con cable.
Por su corta duración, algo más 90 minutos, valdrá la pena para cualquiera que se atreva a asomar la nariz por el territorio del cine histórico coreano, sin que se aburra al escuchar una vez más el viejo cuento de la camaradería quebrada pero recuperada en el último momento.
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