Guardia de cine: reseña a «Fahrenheit 451»


1966. Reino Unido. 112 min. Ciencia ficción. Dirección: François Truffaut.  Guión: François Truffaut y Jean-Louis Richard, basado en la novela de éxito mundial de Ray Bradbury. Elenco: Oskar Werner (Guy Montag), Julie Christie (Linda Montag / Clarisse), Cyril Cusack (el capitán), Anton Diffring (Fabian / Señora del colegio). 



«Fahrenheit 451» es una referencia a la temperatura a la que arde el papel; en grados celsius equivale a 233. Este es el único filme dirigido en inglés por el polifacético François Truffaut. Todos los créditos de director, elenco, producción, música, fotografía y hasta el nombre de la película están narrados en off, nada escrito (es que está prohibido leer). Entre los libros y revistas quemados está Cahiers du Cinema, un magazine para el que escribía Truffaut en esa época. A Truffaut nunca le gustó la versión en inglés, siempre prefirió la versión doblada al francés.


¿Es ud. feliz?

- Pues claro que soy feliz...

Sin duda estas son unas de las líneas de diálogo claves de esta película que nos muestra una fábula futurista con un cariz tan realista que puede llegar a ser terrorífica. Nos encontramos en un mundo futuro, aunque tranquilamente ya pudo ser pasado, en el que la felicidad no es un derecho, sino una obligación. Para mantenerla, el Estado invierte en entretenimiento, eso sí, carente de todo fondo cultural. Sobre todo está prohibido leer (solo se pueden ver revistas pornográficas y comics sin diálogos), se persigue a los que leen y se les tacha de antisociales y de elementos despreciables ya que van contra la felicidad del conjunto de la sociedad. La razón de este afán restrictivo se fundamenta en que el conocimiento conlleva peligro, ¿para las personas? No, para el Estado autoritario que domina la sociedad.

Para mantener a raya la "Ley" se acude a los cuerpos de bomberos, que actúan como una fuerza de policía represiva que, lejos de lo que podamos creer, no se dedican a sofocar incendios, sino a crearlos con los libros incautados en las casas de los infractores. Dentro de este cuerpo de élite que persigue el bienestar de la sociedad, está Guy Montag, un eficiente bombero que no discute las normas establecidas y que se considera feliz. Su mundo sigue en pie hasta que conoce a una joven, vecina suya, llamada Clarisse (Julie Christie), que le acribilla a preguntas y que termina su primera conversación con las líneas de diálogo con las que he iniciado esta crítica. Con algo que podría ser tan nimio, el férreo mundo de Montag se desmorona poco a poco en un ansia por liberarse. Desde ese momento, el protagonista se da cuenta de su situación. Vive en una casita con su bella esposa, Linda (Julie Christie hace un doble papel interpretando una misma mujer vista desde los dos lados diferentes de un mismo espejo), adicta a las pastillas y a un programa de entretenimiento 24 horas, en el que salen los "parientes" (en una pantalla mural, que sin duda fue una premonición de las pantallas de plasma). Se da cuenta que aunque en la superficie la ama, esto no es así, ni siquiera recuerda donde la conoció. No es feliz, su mujer tampoco ya que se evade de todo, la gente que ve en el medio de transporte que le lleva a la ciudad es tan desgraciada como él. Es una sociedad donde se inculca a la gente a despreocuparse de todo y a carecer de sentimientos, una sociedad completamente feliz donde los suicidios es algo normal.

Otro de los hechos que hacen que Montag corra hacia su liberación es cuando una mujer decide ser incinerada junto a sus libros, ya que le hacen vivir. Montag necesita saber por qué la gente lee libros, no puede ser solo por el afán de incumplir la ley (como justifica al principio), tiene que saber por qué se dejan matar por ellos. Así, empieza a coger ejemplares en los distintos registros en los que actúa y a leer.

No es más feliz, pero va tomando conciencia de sí mismo, sabe que ahora puede elegir. Vivir otra vida, tener sentimientos verdaderos, ser diferente.

El gran director galo François Truffaut, uno de los mas vanguardistas de los años 50 y 60, escoge la novela de éxito mundial «Fahrenheit 451» del americano Ray Bradbury para realizar su primera y única producción en inglés. Con un realismo puro y directo nos muestra una fábula sobre el terror de la manipulación, el desconocimiento y el ansia de control por parte de los gobiernos del mundo en dominar a sus ciudadanos, temerosos de la ley que no cuestionan. Una fábula real sobre qué es la felicidad en la gente y como liberarse.

Truffaut despliega durante todo el largometraje su maestría tras la cámara siendo ayudado por las magníficas interpretaciones de Oskar Werner y de Julie Christie. Sus planos centrados en el fuego, un ente atractivo mientras alcanza la temperatura de Fahrenheit 451, quemando el papel de libros viejos y arrugados que no podrán ilustrar ni despertar a nadie, llamando a gritos a la salvación mientras se consumen. O la espléndida trayectoria del personaje principal, no es caída a un infierno, sino a su despertar como persona real.

Julie Christie lleva un peso especial al interpretar a la despreocupada Linda y a la dulce y amable Clarisse. Linda solo ansía completar su vida con su "familia" y ser feliz con sus pastillas, que ya le han llevada a más de un disgusto a su marido. Es un personaje acorde con la sociedad, una más, tan cercana a la vida como al suicidio. Rodeada de gente falsa que se alegra con ser parte del medio de entretenimiento nacional, sobre todo con "el teatro de la Familia", donde se muestra directamente lo absurda que es la sociedad en la que vive Montag.

Werner da la talla al interpretar al bombero cuyos sentimientos florecientes y su forma de ser no le permiten, en un plano moral, seguir con semejante empleo. Se convierte en un claro medio de la esperanza del hombre por ser libre en todos los planos, desde el físico al intelectual. Pasa del hombre escrupuloso que cumple la Ley y la aplica de la única forma que cree correcta, al que se cuestiona todo y empieza a actuar de forma propia, sin seguir al rebaño de ovejas en el que se ha convertido la sociedad que le rodea.

Otro punto a destacar de la actuación lo dirigimos a Cyril Cusack con su papel del capitán. Un hombre convencido de los beneficios de la Ley y la quema de los libros. Él los ha leído todos, sabe lo que ponen, lo que dicen, los sentimientos que desprenden... Para él son nocivos para la sociedad, no tienen cabida en un mundo feliz.

-Hay que quemarlos todos- Cusack sonriendo a Montag con un ejemplar de «Mein Kampf» en las manos.

Como ya he dicho, esta fábula tan realista, aunque con un verdadero toque de ciencia-ficción, se torna en una desesperación del terror y del dominio por acabar con toda expresión de libertad individual, en aras de una supuesta felicidad de conjunto.

«Fahrenheit 451» es una novela distópica publicada en 1953 y que critica la censura de libros en EEUU como resultado de la "caza de brujas" del senador McCarthy, al igual que la quema de libros en la Alemania nazi en 1933 y el lanzamiento de bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki (el miedo nuclear es constante en la novela).

En 1967 se publicó una versión censurada, sin conocimiento de Bradbury, donde se omitían las palabras "Damn" y "Hell". Poco después de publicó otra versión con todas sus palabras y una explicación por parte de Bradbury acerca de lo que pasó con el anterior libro.

¿Sería posible un mundo como el de «Fahrenheit 451» en nuestra actualidad? No estoy muy seguro. Y no lo digo por el ambiente represor, eso es algo que tenemos mas que asumido que, cualquier día, pueda ser una realidad constante en nuestro bagaje por este oscuro universo. Las políticas cambian, la gente cambia, pero al final, todo queda en lo mismo, ya que la Historia se repite una y otra vez.

Pero, ¿hace falta un control férreo sobre los libros y revistas? Tal vez estemos en una época idéntica, paralela, pero también opuesta. En la época en que se escribió «Fahrenheit 451» y otras grandes obras de la ciencia-ficción, los libros, mejor dicho, el conocimiento, suponía el poder, algo peligroso, ya que fomentaba el espíritu libre e independiente. La gente pensaba, se cuestionaba las cosas... Algo terrible para cualquier forma de gobierno, cuyo interés es mantener a la plebe quieta. Para Ray Bradbury, la lectura, el conocimiento, suponía un poder capaz de derribar cualquier muro ideológico único y excluyente. Pero, en nuestra realidad, ¿es necesario que los gobiernos frenen la lectura? No, por supuesto que no, ahora los libros están vacíos, son vacuos, carentes de toda lógica pensativa. Se hacen para entretener y, en su mayor grado, dirigidos a ignorantes intelectuales, como por ejemplo «El Código da Vinci», entre otros. Los libros ya no son peligrosos, es mas, consiguen que masas de personas piensen de una manera exacta, sin cuestionarse nada.

Tal vez, esta sea nuestra dictadura auto-impuesta.


Reseña publicada originalmente en el blog Navegante del Mar de Papel, el 25 de Septiembre de 2007

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