Guardia de literatura: reseña a «Donantes de sueño», de Karen Russell

Título original: «Sleep donation»
Traducción: Rubén Martín Giráldez
Editorial Sexto Piso, Madrid
Primera edición: mayo de 2023
ISBN: 9788419261472

El aserto de Stephen King para lanzar la novela surtió su efecto: “[…] me provocó pesadillas”. Sí, puede ser un relato de pesadilla, pero me ha dejado un sabor agrio

Me resulta harto discutible que esta obra pueda ser considerada una novela corta por cuanto no creo que alcance el “grosor” necesario para dicha consideración. 170 páginas con un tipo de letra que la podría leer un hipermétrope sin gafas sólo merece la etiqueta  de relato.

En origen fue un ebook publicado en la década de los 2010 por Karen Russell, una autora que ha ganado gran prestigio por ser finalista del Pulitzer en 2012 y porque Stephen King, uno de sus declarados admiradores, ha dado un empujón violentísimo a esta pequeña historia que pasaría sin pena ni gloria en su momento.

A pesar de la labor de edición para esta nueva remesa, «Donantes de sueño» me parece floja a pesar de sus puntos positivos. Cierto que para ser una novela prepandemia del COVID-19, se observan en la narración ciertos paralelismos en la relación de noticias que Russell, por medio de su protagonista y narradora, Trish Edgewater, va acumulando en el texto: el desconocimiento total del origen de la enfermedad, el negacionismo, las curas milagro, los medios de información o desinformación… Cierto, pero resulta ser una obra muy poco desarrollada. Puede que para la autora, en su momento y para lo que quería decir, le llegara, pero no al lector.

El mundo que describe Russell se centra en unos Estados Unidos de América que sufren una extraña pandemia de insomnio de origen desconocido. De pronto, los afectados son incapaces de dormir, siendo Dori, la hermana de Trish, una de las primeras víctimas. Gracias a dicha desgracia familiar, Trish se convierte en un activo muy valioso para la ONG Brigadas Duermevela: su relato convence a muchos para que donen su sueño conectándose a unas extrañas máquinas que extraen la materia onírica que es transfundida a los insomnes de último estadio, quienes, en un nada desdeñable porcentaje, recuperan el ciclo de sueño y salvan la vida (el sistema recuerda mucho al de transfusión de sangre).

Las Brigadas Duermevela es una ONG dirigida por unos gemelos que se hicieron multimillonarios con el diseño y comercialización de un inodoro ergonómico, quienes llevan ya siete años al frente de la organización dejándose la piel y sus fondos, algo que resulta muy sospechoso. ¿No estarán sirviéndose de una interesada fachada pública de bondad para sacar negocio de las transfusiones de sueño?

Pero esta no es la principal preocupación de Trish, la maravillosa Trish, quien es capaz de convencer a madres para que conecten durante horas a sus bebes a un casco de plata y a una máquina misteriosa que extrae y almacena el sueño puro. Uno de esos bebés es la primera y única hija del matrimonio Harkonnen, la llamada Bebé A por ser el primer donante universal de sueño. Es aquí donde Trish llega a preguntarse sobre las razones por las que se sirve burdamente del recuerdo lacrimógeno de su hemana muerta para obtener donaciones; sobre las razones por las que se considera legítimo extraerle el sueño a una criatura de menos de un año y a saber durante cuánto tiempo.

La pandemia parece controlada gracias a las transfusiones, pudiendo llegar a los más necesitados casi a tiempo. Dori, con una simple transfusión, se podría haber salvado… Pero entra en juego un nuevo factor: el donante Y. ¿Un terrorista? ¿Un psicópata? ¿Alguien desconocedor del contenido de su psique? El donante Y, de quien sólo se tiene una vaga descripción, transfunde una pesadilla terrible que lleva a que aquellos que la han recibido (como si fuera el contagio de un SIDA diferente), tengan miedo de dormir y se fuercen químicamente a permanecer despiertos (insomnes discrecionales), al contrario de los aquejados por la enfermedad del sueño, que solo quieren caer rendidos en sus camas (orexines).

Trish va narrando cierto periodo de su existencia, desde poco antes de tener dudas sobre lo que hace en las Brigadas Duermevela, siendo que lo más salvable de la novela es el capítulo en el que la protagonista y Félix Harkonnen realizan una visita nocturna al Mundo Nocturno, en las afueras de la ciudad, donde orexines y discrecionales pasan las horas entre los rescoldos de una feria abandonada, donde se ofrecen remedios a sus males, como polvos sin nombre disueltos con bebidas alcohólicas en cócteles que pueden costar varios miles de dólares la copa.

El resto del argumento se va cayendo. Como sucede con la trama del Donante Y. Quizá Russell creía que llegaba a un punto, con ese abandono del discurso de Dori para captar nuevos donantes, con los problemas éticos que Trish confiesa, aunque sea a oídos mecánicos y sordos, pero me da que no es suficiente.

La prosa de Russell me ha parecido además recargada. Diría que para contar lo que cuenta, para trasladar los sentimientos de Trish, no hacían falta tantas alforjas. Cierto es que las figuras literarias que emplea están muy bien, pero es como si ocultase malamente la imperiosa necesidad de alcanzar cierto número de palabras para contentar a la editorial.

El aserto de Stephen King para lanzar la novela pues ha surtido su efecto: “[…] me provocó pesadillas”. Sí, puede ser un relato de pesadilla, pero me ha dejado un sabor agrio.


No hay comentarios

Con la tecnología de Blogger.