Guardia de cómic: reseña a «En órbita con Thomas Pesquet», de Marion Montaigne

 

Título original: «Dan la combi de
Thomas Pesquet»
Norma Editorial, Barcelona
Primera edición: Julio de 2019
ISBN: 978-84-679-3862-3
204 páginas
Ciencia simplificada con mucho humor y sentido divulgativo

Tan curiosa portada se incluyó entre las novedades de NORMA CÓMICS del año 2019. Una ilustración harto divertida que mezcla lo “oficial” y lo que queda en “bambalinas” de la carrera espacial y la vida de un astronauta en particular; lo serio y lo puramente humano en esos hombres y mujeres, contados, que saben lo que es flotar en el vacío del espacio.

Marion Montaigne es una ilustradora francesa que ha alcanzado reputación armonizando un estilo caricaturesco con un indiscutible afán de divulgación científica en su blog «Tu mourras moins bête» (traducido como «Morirás menos idiota»). Lo cómico y lo ameno es su seña de identidad, algo que agradecemos muchos individuos como yo, interesados en el mundo hermético de ese club al que el segurata de turno no nos deja entrar por no cantar con soltura siquiera las tablas de multiplicar que pasan de la del 5.

Siempre he sentido curiosidad por la carrera espacial y, con las notas del comandante Chris Hadfield todavía en mente, tenía verdaderas ganas de leer la particular biografía del astronauta francés Thomas Pesquet que Montaigne escribió y dibujó.

Debo empezar (por si no ha quedado claro), que entre estas tapas hay ciencia, mucha ciencia, explicada de forma muy llana y que el cachondeo es constante. Se nos presenta a Pesquet encajado en un molde en medio de un salón muy extraño, bajo la atenta mirada de unos operarios y unas señoras de cierta edad sentadas en un sofá: le están sacando las medidas para su asiento en la Soyuz. El tipo aprovecha esas horas muertas para hacer memoria y darnos a conocer sus primeros devaneos con una pasión que lo llevaría hasta la Estación espacial internacional (ISS): cómo de niño construyó y probó “su nave espacial”; cómo, durante la adolescencia, Michael Jordan era su gurú; cómo enfocó sus estudios hacia la ingeniería y la aeronáutica; y cómo no perdió la oportunidad de apuntarse a las pruebas de acceso a la Agencia espacial europea (ESA), momento en el que comenzará su particular y divertidísimo (gracias a Montaigne, no nos engañemos) vía crucis, remarcándose la dificultad de los test (incluso su aspecto más desagradable), con un humor que nos arrancará sonrisas y carcajadas a la par que Pesquet avanza y supera los cortes de selección.

Una vez adquirida por Pesquet la condición de astronauta, comienza otra penitencia: años y años de preparación en distintos países y agencias, con todo lo que esto supone para Pesquet y su familia. Es ahora cuando el humor sin freno de Montaigne puede llegar a hartar, sobre todo cuando nos lleva a territorio ruso y a países de la órbita de la extinta URSS, a cuenta de cierto machaqueo a costa de Yuri Gagarin y Laika, llegando al más rijoso ridículo (incluso el recurso de Buzz Aldrin llega a ser cargante). Tanto cachondeo fuerza al lector a preguntarse si muchas de las anécdotas que se introducen no son burdas exageraciones o, incluso, invenciones.

Lo más interesante lo encontraremos cuando Pesquet es elegido para una misión y se explica todo lo concerniente a la Soyuz y la ISS: el por qué de esto y aquello, para qué sirve esto y aquello, organización, curiosidades, etc., poniendo el foco en los efectos fisiológicos que la ausencia gravedad produce en el cuerpo humano. Se entiende todo, lo cual es de aplauso para Montaigne.

Por supuesto, no es una obra del tipo ya mencionado (el ensayo autobiográfico escrito por el canadiense Hadfield), llegando a dejarse muchos aspectos nada divertidos, como el trauma que suele golpear a esposas, hijos y padres, quienes han de ser preparados por las agencias espaciales para el peor de los escenarios.

El dibujo de Montaigne es muy básico. Apenas unas líneas donde se agolpa todo, maquetándose esta edición en unas nueve “viñetas” aproximadamente (lo entrecomillo pues no hay marco alguno), que se completan a la fuerza con la paleta de color, que le da fondo. Trazos muy rápidos, muy en tono de tira humorística, hasta el punto de comprobarse que el Thomas Pesquet real y el de Montaigne no guardan un parecido tal como para permitirte llegar a reconocerle siquiera en su página de Wikipedia. También esta “biografía” deja muchas notas de Pesquet fuera, como su vinculación previa con la Agencia espacial francés entre los años 2002-2004.

Es tal y como la he explicado. No encontraréis otra cosas que Ciencia simplificada con mucho humor y sentido divulgativo, así como un desmontaje de la mítica que rodea a los astronautas quienes, para bien o para mal, siguen siendo humanos por mucho que estén muy por encima de nuestra vulgar media intelectual.

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