Guardia de cine: reseña a «Ultimátum a la Tierra»

Título original: «The day the Earth stood still». Año 1951. 1 h y 32 min. B/N. Drama, ciencia-ficción. Dirección: Robert Wise. Guión: Edmund H. North, adaptando una historia de Harry Bates. Elenco: Michael Rennie, Patricia Neal, Hugh Marlowe, Sam Jaffe, Billy Gray, Frances Bavier, Lock Martin

Una película para advertir al mundo del peligro del conocimiento y del creciente armamento nuclear

Con el final de la segunda guerra mundial se dio a conocer un poder que atraía a todas las miradas por igual, con terror y expectación: la energía nuclear empleada con fines militares. Pronto, la extraña pareja formada por los Aliados occidentales y la Unión Soviética se rompería en mil pedazos, iniciando una larga contienda “fría” trufada de enfrentamientos en la sombra y a través de estados marioneta, con la amenaza del mazazo de la Bomba H como forma de mantener un inestable equilibrio de fuerzas. El Ser Humano había alcanzado el conocimiento para destruirse a sí mismo tan solo pulsando un anodino botón en una consola de mando; a sí mismo y a toda la vida sobre la faz de la Tierra.

Lo “nuclear” se puso “de moda”. Ocupaba océanos de información, llegando a lo puramente lúdico. El miedo estaba allí, así como la constancia de que una guerra como la vivida entre 1939 y 1945, a semejanza de la de 1914-1918, no acabaría con todas las conflagraciones, sino que la Humanidad seguiría imperturbable por un derrotero de violencia nunca vista.

Como en tantas otras ocasiones, se ha demostrado en el campo de la ciencia-ficción que si un simple hombre advertía de un peligro concreto, poco predicamento tendrían sus palabras, no así si lo hacía un extraterrestre. No solo estoy hablando de la posibilidad nada remota de extinciones masivas, sino también de críticas a la sociedad y política del país en cuestión, pudiendo hacerme eco de una ingente cantidad de obras del género.

En 1949, cuando la cosa comenzaba a tener forma entre los dos bloques enfrentados, en plena paranoia de avistamientos OVNI, no resultaba mala la idea de formular la advertencia y llegar a dar una teoría sobre dichas “presencias” en nuestros cielos. Tal premisa da comienzo «Ultimátum a la Tierra», con el aterrizaje en Washington de un platillo volante, ocupado por Klaatu, un humanoide no muy bien entendido por los terrícolas, y un aún más misterioso y poderoso autómata de nombre Borg. Klaatu, ante la imposibilidad de dar su mensaje a los líderes del planeta, comienza a mimetizarse con el ciudadano medio en una casa de huéspedes, hasta que Bobby Benson, un chaval con el que hace buenas migas y le da la solución a sus problemas (convencer al famoso profesor Jacob Barnhardt), descubre su verdadera identidad, todo ello en una ciudad cubierta de soldados que buscan sin descanso al hombre del espacio.

Aún con las limitaciones del año de filmación, «Ultimátum a la Tierra» posee cierta fuerza y tensión. Incluso Borg, con esas formas un tanto grotescas, causa cierta inquietud cuando levanta su visera y deja al descubierto ese extraño fuego que es la manifestación exterior de un poder sin límites. Quizá se mantenga fresca en el tiempo por su mensaje, pero también por ser revolucionaria en su concepto, llegando más allá en el planteamiento actoral y en la tecnología extraterrestre, más digital que analógica.

Se aprecia en el metraje que no es una simple cinta de serie B. Hay profusión de exteriores (no solo en Washington) y amplio material de atrezo, como tanques y vehículos reales, así como de extras de civiles y militares. Quizá la pega la hallemos en Klaatu, demasiado amable para la firmeza de su mensaje que, a decir verdad, llega a confundirse seriamente con el miedo nuclear. Dice representar a una liga de planetas superiores que se dedican a conservar aquellos en los que hay vida y a poner freno a aquellas tecnologías destructivas, pero suena un poco extraña la amenaza de que si la Humanidad no pone freno a sus desavenencias, con la bomba nuclear a la espalda, Borg, quien se quedará como “policía” planetario, con su inmenso poder, arrasará a la Humanidad. Es como decir: «antes de que alguno de vosotros llegue al límite, nosotros lo sobrepasaremos y os haremos un favor». Una amenaza más real que los tiras y aflojas de los políticos, pero que en nada cambiaría el resultado fatídico final, de ahí la contrariedad de este ultimátum.

Y aunque bien es cierto que Klaatu defiende los intereses de una liga de planetas que podrían verse afectados si los humanos adquirieran los suficientes conocimientos como para lanzarse a la guerra  espacial, al final, ¿se pretende poner fin a nuestras disputas con armas difíciles de imaginar o solo proteger a mundos extraños al nuestro? Es más, ¿esas armas superiores no son justificadas en esta cinta por ser las garantes de un equilibrio? 

Visionar «Ultimátum a la Tierra» me ha generado más preguntas que respuestas.

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